Marcos 6, 14-29. IV viernes de Tiempo
Ordinario. Ciclo A.
Por: H. Iván Yoed González Aréchiga LC | Fuente: www.missionkits.org
Por: H. Iván Yoed González Aréchiga LC | Fuente: www.missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en
presencia de Dios)
Señor, creo en Ti. Tú me ofreces el don
de creer en Ti. Yo lo acepto y creo en Ti. Vengo a Ti. Quiero aprender de Ti.
Evangelio del día (para orientar tu
meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 6,
14-29
En aquel tiempo, como la fama de Jesús
se había extendido tanto, llegó a oídos del rey Herodes el rumor de que Juan el
Bautista había resucitado y sus poderes actuaban en Jesús. Otros decían que era
Elías; y otros, que era un profeta, comparable a los antiguos. Pero Herodes
insistía: "Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha
resucitado".
Herodes había mandado apresar a Juan y
lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con
Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía: "No te está
permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano". Por eso Herodes lo
mandó encarcelar.
Herodías sentía por ello gran rencor
contra Juan y quería quitarle la vida; pero no sabía cómo, porque Herodes
miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo
tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba
escucharlo.
La ocasión llegó cuando Herodes dio un
banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con
motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile
gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven:
"Pídeme lo que quieras y yo te lo daré". Y le juró varias veces:
"Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntarle a su madre:
"¿Qué le pido?". Su madre le contestó: "La cabeza de Juan el
Bautista". Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: "Quiero
que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se puso muy triste, pero debido a
su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida
mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó
en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella
se la entregó a su madre.
l enterarse de esto, los discípulos de
Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el
Evangelio.
Maestro, heme aquí una vez más ante Ti.
¿No es hermoso poder venir ante mi Creador, simplemente a conversar? Esto es
nada menos que imposible siquiera de imaginar para muchos que una criatura se
siente, literalmente, a charlar con la Verdad, con el Inicio y el Fin de todo
cuanto existe. Ya incluso estos mismos conceptos me abisman. Tengo la opción de
caer en miedo o en sublimación. Yo opto por escucharte.
Tú, Señor, habitas en lo más profundo de
nuestro ser, más aún: eres todo en nosotros. Por Ti vivo, me muevo, respiro,
parpadeo. Me donas la existencia y me regalas la conciencia de reconocerte. No
hay mayores dones, en verdad, que los que me dirigen hacia Ti.
Herodes era un hombre. Tenía una
conciencia también. Como ser humano percibía en su interior una llamada a
acogerte, Dios suyo y mío. Pero libremente, quizás movido en parte por el miedo
a su séquito, optó por no atender tu voz. Eso es lo que veo en este pasaje. No
puedo juzgar a este hombre, pero puedo aprender de él.
¿Decapitó a Juan el Bautista como
aplacamiento de su conciencia? Es probable. Desconocemos el paradero final de
este hombre, pero esperamos lo mejor de él. Lo que sabemos es que Cristo se encontró
con él una vez más poco antes de ser crucificado y que decidió guardar silencio
ante un rostro ambicioso de curiosidad y de placer.
¿Quisiste con tu silencio gritar a su
conciencia?... Tantas palabras, tantos consejos, tantas amonestaciones había
recibido este hombre en su vida; poco o nada le moverían unas cuantas más. Pero
quizás tu silencio, Señor, quizás ver tu silencio sería su salvación.
¡Un silencio de Dios que puede
significar tanto! ¡Y cuánto los sufro en ocasiones! Pero, cuánto puedo escucharte
en ellos… yo opto por escucharte.
«Es el desconcierto que, frente a la
novedad que revoluciona la historia, se encierra en sí mismo, en sus logros, en
sus saberes, en sus éxitos. El desconcierto de quien está sentado sobre la
riqueza sin lograr ver más allá. Un desconcierto que brota del corazón de quién
quiere controlar todo y a todos. Es el desconcierto del que está inmerso en la
cultura del ganar cueste lo que cueste; en esa cultura que sólo tiene espacio
para los “vencedores” y al precio que sea. Un desconcierto que nace del miedo y
del temor ante lo que nos cuestiona y pone en riesgo nuestras seguridades y
verdades, nuestras formas de aferrarnos al mundo y a la vida. Y Herodes tuvo
miedo, y ese miedo lo condujo a buscar seguridad en el crimen.»
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de enero de 2017).
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de enero de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu
oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor
implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo
que se te sugiere a continuación.
Ante una crítica o comentarios negativos
sobre una persona, buscaré decir algo positivo y/o desviaré la plática a otro
tema, sin importar lo que los demás piensen o digan
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus
beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la
Iglesia.
Ruega por nosotros.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo./ Cortesía de Catholic. net
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